Espejos


"Siempre sueño con laberintos o con espejos. En el sueño del espejo aparece otra visión, otro temor de mis noches que es la idea de las máscaras. Siempre las máscaras me dieron miedo. Sin duda sentí en mi infancia que si alguien usaba una máscara estaba ocultando algo horrible. A veces me veo reflejado en el espejo, pero me veo reflejado como una máscara. Tengo miedo de arrancar la máscara porque tengo miedo de ver mi verdadero rostro, que imagino atroz . Ahí puede estar la lepra o el mal o algo más terrible que cualquier imaginación mía."
Jorge Luis Borges


Mi nombre poco importa por ahora. Nací en un pueblo pequeño, con pocos vecinos, con pocas casas, con pocas tiendas, con pocos ..., con poco de casi todo. Tenía una pequeña escuela, una pequeña iglesia, un pequeño parque, casi todo en mi pueblo era pequeño.
Cuando yo nací también era pequeño, todos los niños cuando nacen son pequeños, pero yo era extremadamente pequeño. Era tan pequeño que la matrona usó una servilleta para taparme, dio tres vueltas y un pliegue por los piececitos.
Y de esta forma me acomodó en el canasto, no sin antes prevenir a los presentes de que aquel pequeño rollito de otoño, era yo.
Cuando yo nací era otoño, un otoño muy corto. En mi pequeño pueblo las estaciones siempre eran cortas. Nadie sabía a ciencia cierta porque sucedía, pero era así.
Nací un pequeño día de otoño, las hojas pequeñas cubrían el pequeño patio de la pequeña casa de mi pequeña familia.
Ya se pueden hacer una idea de lo pequeño que era yo cuando nací. Sí, era un rollito de otoño, un pequeño rollito de otoño.
Pasaron pequeños días, pequeñas semanas, pequeños meses, pequeñas estaciones y pequeños años. Con el paso del tiempo pude desprenderme de la pequeña servilleta de pequeños cuadros amarillos y blancos con la que la matrona me envolvió cuando nací.
Poco a poco fui descubriendo que podía dar pequeños pasos y decir pequeñas palabras y mordisquear pequeños trozos de comida y...

De repente mi familia, mi casa, mi pueblo me parecieron aún más pequeños de lo que en realidad eran. Aún no consigo saber cómo podía distinguir el tamaño de las cosas, pues la verdad no tenía nada con que comparar.
Un día, pequeño, decidí dar un corto paseo hasta el pequeño valle que asomaba detrás de la pequeña montaña, situada al este de mi pequeño pueblo, que llamábamos La Salida. Al otro lado estaba la montaña de La Puesta.
Después del corto paseo llegué a la cresta de La Salida. Desde aquel punto se podía ver un Valle, pequeño, que llegaba hasta el mar. El mar empezaba y terminaba en una playa, también pequeña. La playa, pequeña, estaba rodeada de un pequeño pueblo con casas pequeñas y calles cortas por las que paseaban pequeñas personas.
Me animé y decidí bajar el corto camino hasta la pequeña playa. Cuando llegué estaba un poco cansado. Me senté en un pequeño banco de un pequeño parque. Pasó poco tiempo hasta que se me acercó un hombre pequeño. Era realmente pequeño, como yo. Él me preguntó por mi origen, por la razón que me había llevado hasta allí, por pequeñas cosas que no alcanzo a recordar.
No paraba de hablar y de contarme lo grande que era el pequeño pueblo de la playa pequeña, de lo grande que eran sus gentes.
Yo, en mi corta sabiduría, no podía entenderlo. A mí todo me parecía pequeño. Pero él seguía hablado mientras se miraba en un pequeño espejo que aumentaba el tamaño de las cosas.

Desde pequeño aprendí a enrollarme sólo, no me quedaba otro remedio, y es que en mi pequeño pueblo no había espejos.

Cada cosa a su tiempo


Una noche cuando el sol se había puesto un hombre aparentemente normal cogió un papel y se puso a escribir. Su mujer extrañada lo miró, se acercó y le espetó:
-O eres un anormal o eres japonés, sólo los japoneses escriben cuando el sol se pone.
Por fin a solas con sus penas y alegrías. Entendió que el día acababa y aún no había derramado una sola lágrima, no era lo normal. Por un instante pensó que ella tenía razón, era un anormal, porque japonés no era. Al instante siguiente empezó a pensar con claridad, a deshilvanar las últimas horas. Pasados varios minutos pudo comprobar que las últimas horas había estado durmiendo. En realidad empezaba el tiempo de llorar.

YO


Un gato encontró un ratón. Mientras lo observaba fijamente se durmió. Mientras dormía repetía: Yo, luego yo, y si sobra algo, para mí. Cuando despertó el ratón ya no estaba.

CANTARES



ELLA
Mi niña
ya no es mi niña.
Mi bebita
ha crecido.
Alarga sus ramas,
toca la luna
y el sol.
Mi niña canta ya sola,
y ríe, y llora.
Mi niña camina
y al andar
se manifiesta
hija de la libertad.
Mi bebita
ya cambia el tiempo
por sonsonetes alegres.
Mi niña ya no es mi niña
mi niña sueña
y su sueño es mi niña.



ÉL

Corre, habla, grita.
Y por momentos se silencia.
Es él, es un volcán
un río a rebosar.
Una manifestación de alegrías,
de sueños rotos.
Él, la flor que se cruza
en el camino.
Es él, alegre cantar de la mañana.
Es futuro,
certificado de pasado y presente.
Crucigramas al viento,
remolino vital.
Es él.