UN MOMENTO QUE PERDÍ


Miren bajo el asiento,
miren.
Busquen entre los pies
y las colillas
y los papeles.
Busquen, busquen la vida,
la vida que perdí
cuando ocupé sus espacios
y su tiempo.
Miren al techo,
miren al blanco de mi espalda
y verán la vida.
La vida que dejé volar
y que dejé pasar.
Y cuando esto acabe,
busquen entre la yerba
y la gente
y verán la vida,
la vida que dejé enterrada,
que dejé caer.
Busquen,
busquen, mi error
bajo el silencio,
mi error, búsquenlo
dentro del vacío.
Si lo encuentran
traten de no perderlo.
Es posible
que en él esté el camino.

LIBERADA


Cuando cumplió los quince años la abuela María le contó la historia de una niña que por acostarse sin beber agua dejó que las sábanas secaran su cuerpo hasta que el diablo pudo con ella y arrastró su espíritu al mundo de las tinieblas.
Aquella noche se acostó con sed, soñó que la isla ya no estaba y a su guitarra le sobraba una cuerda. Los cuadros de la pared daban vueltas y las ventanas empujaban los cristales al abismo. Estaba sóla, una escoba de alambres la invitó a subir.
Ató su corazón con la cuerda de la guitarra y viajó por el mundo, calles abarrotadas de gente que reía, luces de neón y música por todas parte. Ni Ángeles ni querubines, ni Diablos escupiendo azufre. Voló subida en la escoba de alambres, conjugó el verbo vivir y regresó feliz. No exitía el infierno mas allá de su ventana. Al amanecer se comprometió con el futuro; nunca mas bebería agua antes de acostarse.
Con la noche llegó el sueño, una vez más se durmió con sed.