Sin propósito de enmienda (1)


Ayer, revolviendo papeles, encontré el borrador de uno de mis estúpidos cuentos (todos lo son) escrito en el reverso de un rojo y triste extracto del banco. Lo habitual es separar el papel y dejarlo por cualquier parte a la espera de una próxima limpieza, en esta ocasión lo releí pausadamente hasta activar en mi memoria el recuerdo de las complacientes palabras de Gabriel Losada después de una apresurada lectura del mismo.
                -Chacho, estás hecho un Juan Rulfo con estos microrrelatos oníricos
Gotas de limón sobre la herida de mi vanidad fue tal recuerdo. Losada, preñador de letras y hombre conspicuo donde los haya no podía equivocarse, sencillamente descargaba su ironía. Haciendo acopio de las tesis de Jung y de métodos freudianos ponía de manifiesto mis conflictos de personalidad surgidos la noche que me soñé amamantando a mi  madre.
El recuerdo de las palabras de mi amigo constataba que mis estúpidas FRIKisofías lejos de deconstruir mágicas realidades al modo de Rulfo no eran otra cosa que el modo infantil de perpetuarme en el jurásico medio lamiendo los huevos al dinosaurio de Monterroso.